Categoría: Opinión

  • El reto de la construcción industrializada

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    El reto de la construcción industrializada

    Últimamente se está hablando mucho —y creo que es bueno que sea así— de la construcción industrializada. Como en todo tema que se pone de moda, hay algo de información, alguna especulación y, sobre todo, mucha opinión. Se habla de construcción industrializada cuando, en realidad, sería más adecuado hablar de industrialización de la construcción. El PERTE impulsado por el Gobierno de España, con una inversión pública de 1.300 millones, ha ayudado sin duda a visibilizar esta propuesta, que tiene defensores entusiastas y detractores acérrimos.

    Las soluciones que propone la industrialización son muy variadas en naturaleza, aplicación, costes y prestaciones, con distintos niveles de complejidad que condicionan también su uso y destino: desde viviendas modulares completas, en las que no hay que hacer mucho más que adecuar el solar y conectarlas a los distintos suministros, hasta soluciones a más pequeña escala, como los módulos tridimensionales y los paneles bidimensionales que permiten la edificación prácticamente como si se tratara de un juego de construcción, ensamblándose como piezas de Lego, pasando por soluciones a una escala incluso menor, que resuelven algunas cuestiones edificativas concretas.

    El elemento común a todas ellas es que parte del trabajo que se realiza en el lugar de construcción se traslada, en las soluciones industrializadas, a una planta productiva industrial. El tema, al final, es de escala, ya que ciertamente un bloque de hormigón también es un producto industrial, pero con una integración mínima. La idea subyacente es que se puede acelerar mucho el tiempo de construcción si en lugar de partir de unas piezas tan pequeñas como un ladrillo se puede pasar a instalar elementos con un nivel de integración mayor, más complejo.

    ¿Hace falta este impulso a la industrialización? Estoy convencido de que sí por distintos motivos. El principal es obvio: por más que haya quien insista en que es la disponibilidad del suelo lo que más condiciona la construcción, la realidad es que es la disponibilidad de mano de obra cualificada la que impide que, a día de hoy, la construcción recupere el peso histórico que llegó a tener en la economía, medido como contribución al Producto Interior Bruto.

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  • Vivienda: una nueva esperanza

    Quienes me conocen bien saben que no sufro exactamente de optimismo antropológico. Sin embargo, ante las nuevas coordenadas que se plantean para esta legislatura, sí que me permito un pequeño rayo de esperanza en cuanto a políticas públicas de vivienda de ámbito estatal.

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  • Libre mercado, crecimiento y vivienda

    La presidenta del Govern de las Baleares, Marga Prohens, confirma que «fulminará» el mecanismo de expropiación temporal de uso de viviendas desocupadas de grandes tenedores. Hasta aquí, nada sorprendente, más allá de la elección de un verbo tan gráfico para el titular. Lo justifica, en primera instancia, por su falta de efectividad. Es cierto que el resultado en cuanto a número de pisos expropiados fue limitado, pero no así su efecto disuasorio: unas ochocientas viviendas inscritas en el Registro de viviendas desocupadas de grandes tenedores salieron del mismo, precisamente porque fueron alquiladas o vendidas a particulares. Su efectividad, de acuerdo con el diseño de la medida, radicaba en que era un fuerte estímulo para que los grandes tenedores, especialmente los bancos y sus inmobiliarias, agilizasen la puesta en el mercado de sus activos inmobiliarios. No era, por tanto, una medida intervencionista, dado que tenía un escaso alcance, sino una herramienta disuasoria y, como tal, fue efectiva.

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